Autor: Eduardo Augusto Neves
Reconocimiento a: Marieta Cervantes y Fernando Escobal, INIA Baños del Inca
Ing. Marieta Eliana Cervantes Peralta, doctora de plantas de la estación experimental de INIA ‘Baños del Inca’ en Cajamarca, Perú, conoce bien la realidad de las mujeres rurales. Hija de campesinos, vivió su niñez y adolescencia en una comunidad rural de la provincia de La Unión, al sur de Perú. Su familia era consciente de la necesidad de invertir en su educación. Una chica que ingresa a la universidad para estudiar agricultura era algo excepcional en su comunidad.
Hay una gran disparidad entre hombres y mujeres en general. La tasa de analfabetismo de las mujeres agricultoras está alrededor del 36%, en comparación con 10% en el caso de los hombres (INEI, 2012). Hay mucha demanda de información y aprendizaje por parte de las mujeres y poco acceso a ella.
Marieta conoce la situación desde su experiencia en el campo, no solamente por las estadísticas nacionales. “Los hombres suelen ser jefes de familia, son los responsables de la toma de decisiones con respecto a la economía doméstica”, explica ella. “Hay muchos estigmas sobre las mujeres: bajo nivel de aprendizaje, propensión a cuidar a los niños, los animales, la casa o los ornamentales. De hecho, tienen muchas funciones obligatorias. Son muy activas en la agricultura, principalmente en cultivos alimentarios.”
Marieta está determinada a ayudar cerrar la brecha entre mujeres y el conocimiento. Las clínicas de plantas son uno de sus instrumentos. Trabajando 21 años en el INIA (Instituto Nacional de Innovación Agraria), ella, en conjunto con Ing. Fernando Escobal y con el apoyo de Plantwise, opera cuatro clínicas de plantas en los municipios de Chamis, Chetilla, Jesús y Baños del Inca.
Las mujeres son un público numeroso en las clínicas, sobre todo en la época seca cuando los agricultores hombres tienden a emigrar temporalmente para trabajar en construcción u otros trabajos informales. Las agricultoras se quedan para cuidar a los niños, las cosechas y los animales.
Con el tiempo, las clínicas de plantas han creado una relación cercana con la comunidad. Las consultas se realizan en un edificio público de la comunidad, junto al hospital, la escuela y los servicios sociales. Se ha convertido en algo común a muchas mujeres, después de buscar a sus hijos, hacer una parada para sacar dudas en la clínica y charlar entre ellas. Algunas mujeres vienen en grupos para socializarse. “Mientras esperan, siempre están interactuando, intercambiando opiniones sobre los temas hablados. Me alegra que la clínica de plantas también les ayude a desarrollar confianza entre ellas “, explica Marieta.
Trabajar temas de género en su cotidiano empieza con empoderarse a sí misma. Marieta contó que durante los primeros meses operando la clínica en Chamis ella tenía que hacer un esfuerzo para convencer a los hombres sobre sus recomendaciones y ganar su confianza. “Ellos no están acostumbrados a escuchar a las mujeres dando órdenes y consejos,” dice Marieta. Los agricultores masculinos luego se dieron cuenta que las recomendaciones de Marieta resultaron en mejores rendimientos. Ella rompió el hielo paso a paso y ganó la confianza de los agricultores hombres.
Marieta intenta siempre facilitar el acceso a información a las mujeres agricultoras y compartir los buenos resultados con otras mujeres. “Debemos destacar sus logros en el campo para ayudarlas a potenciarse, para que se den cuenta de que son actores clave en sus comunidades”. Ella piensa que necesitan este reconocimiento para ayudar a mejorar su auto-estima y hacerles creer que son capaces de aprender y realizar bien las cosas que normalmente son restringidas a sus maridos o hijos.
Un ejemplo de ello ocurrió cuando empezaron a mandar las recomendaciones por teléfono celular. “Muchas mujeres no usan teléfonos celulares, por prohibición de sus compañeros. No podían recibir las recomendaciones por teléfono,” explica Marieta. Por eso mantuvieron la opción de que el agricultor pueda recibir la recomendación en papel si quiere. La tecnología es buena, pero a veces tiene efectos no deseados.
Las clínicas de plantas han generado un espacio donde las mujeres pueden sentirse protagonistas. El aprendizaje es una fuente de empoderamiento. “Recuerdo a una agricultora en Chamis que aprendió cómo usar correctamente un pulverizador,” cuenta Marieta. “Este tipo de tecnología no es muy accesible en estas comunidades. Entonces, el hombre tiende a asumir la responsabilidad de operarlo. La señora estaba desconcertada de que pudiera utilizarla adecuadamente!”
Las clínicas de plantas están abiertas a todos sin ninguna distinción. Sin embargo, por las disparidades existentes, las mujeres necesitan atención especial. En estas comunidades las mujeres no se comunican con desconocidos. Cuando los hombres están cerca, ellas no hablan. Se comunican mejor entre ellas mismas. Durante las visitas de monitoreo en 2017, el 80% de las mujeres entrevistadas afirmaron sentirse más cómodas para hablar con otra mujer siendo doctora de plantas. Cuando las mujeres ven a otras mujeres en una posición así, piensan que pueden avanzar. “Al principio, no me di cuenta de que mi presencia en la clínica mejoraría la comunicación,” dice Marieta.
Marieta se ha dado cuenta de la gran importancia de tener a mujeres como doctores de planta. “Creo que puedo ser una inspiración para que las agricultoras crean que pueden mejorar sus conocimientos sobre la agricultura. Durante las consultas recuerdo mi infancia y ayudo a las mujeres como quisiera ayudar a mi madre. Como hija de agricultores, sé que soy una excepción y creo que debo ayudar a promover el empoderamiento de las mujeres en las zonas rurales. Viví muchos de estos desafíos en mi propia piel.”
Referencia
INEI 2012. Censo Nacional Agropecuario. Instituto Nacional de Estadística e Informática del Peru (INEI): http://censos.inei.gob.pe/cenagro
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